El mundo está lleno de líneas rectas y curvas…, líneas cifradas que esconden códigos ocultos. Tras cualquier pequeño objeto, por cotidiano que sea, o agrupación de ellos a gran escala, se esconden leyes no universales, o sí, que dan sentido a la composición armoniosa del conjunto.
Una ciudad en la ruta marroquí de las Kasbas, un barco en la marisma onubense, una muralla reconstruida en el Albaicín, un edificio moderno de cualquier ciudad, una barraca de pescadores en el castillo almeriense de San Felipe, una lámpara de un bar granadino de tapas, un acantilado del norte gallego, una piedra pirenaica de Añisclo, arena gaditana de la playa, un pino carrasco abatido del Chorro, campos segados de Navarra, un haya retorcida de Agüastortes, un chambao de Bolonia… ¿Que códigos esconden...? En ocasiones la ley es natural, el agua, el viento, la tierra, el tiempo… convergen para crear formas. En otras la acción no natural y planificada del hombre, dibuja, horada o construye, de manera artesanal o industrializada, la naturaleza que le rodea, y de la cual es partícipe. Y solo en muy pocas ocasiones, la acción conjunta de ambos se manifiesta en obras de genialidad inigualable.
Con más o menos acierto, la naturaleza y el hombre generan mecanismos más o menos estáticos temporalmente, más o menos complejos, que se ponen de manifiesto a través del espacio y la forma, de la luz y la sombra, del lleno y el vacio…
Arquitecturas, que delante de nosotros, esperan a ser desveladas.
Con más o menos acierto, la naturaleza y el hombre generan mecanismos más o menos estáticos temporalmente, más o menos complejos, que se ponen de manifiesto a través del espacio y la forma, de la luz y la sombra, del lleno y el vacio…
Arquitecturas, que delante de nosotros, esperan a ser desveladas.
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