Hace poco nos propusimos rescatar antiguas historias de nuestros años mozos, y comentándoselo a Iván Jara, nos propuso contarnos su aventura en la Vía Escorpión en el Chorro.
Lo que yo nunca imaginé es que este relato me removería tanto las entrañas, me ha traído al presente recuerdos de un año aciago en el mundillo de los escaladores sevillanos.
Aún recuerdo aquel verano del 97, sentado en el sofá de mi casa de la playa, y mi padre dándome el periódico, enseñándome aquella noticia del Mont Blanc, en uno de sus miles intentos de disuasión para que dejara de escalar.
Fue una semana repleta de noticias, que volaban desde Chamonix a Sevilla, a través de la prensa y televisión.
Pero desde entonces, siempre he vivido con la extraña amargura de haber perdido a amigos, sin saber a ciencia cierta quienes eran. Ya que en esa época éramos muchos los que vivíamos y entrenábamos en el puente de Triana, nos saludábamos, charlábamos y salíamos al campo juntos, muchas veces sin conocer nuestros nombres ni siquiera, o retenerlos en nuestra memoria. Éramos habituales del Cerro, pero no siempre coincidíamos, aunque todos nos conocíamos por entonces.
De hecho recuerdo a Patricio, sentado en el banco de hormigón coloreado del puente, contándome sus planes de verano, y una extraña sensación inundarme el cuerpo. Y durante años he vivido siendo consciente de la falta de alguno de los de entonces, sin saber quienes. Éramos pocos, pero muchos a la vez.
Nunca vi nada escrito sobre los cuatro sevillanos del Mont Blanc, nadie ya los recuerda excepto los antiguos amigos. En las conversaciones de escalada, nunca se habla de las gestas de esta época. No se si por un extraño escudo de defensa que creamos en el verano del 97, o simplemente por que el mundo no para de rodar.
Así que sin saberlo y haberlo planeado, sirva este relato contra la perdida de la memoria, contra la perdida del desarrollo de los escaladores de esta zona, pobre en montañas y paredes, pero majestuosa en el afán y sueños de sus montañeros y escaladores, que poco reconocidos, siguen llevando a cabo sus gestas.
Hoy he recuperado la memoria perdida...
Tres jóvenes, Patricio, Ignacio y el que suscribe, soñábamos con las lecturas de Bonington ("Montañero" libro muy recomendable e ilustrativo de lo que es el alpinismo técnico de exploración), o con la biografía de Wolfgang Gullich; e intentábamos emular a nuestras referencias literarias; pero un exiguo bolsillo nos obligaba a buscar nuestras aventuras más cerca de casa y meternos en "fregaos" más domésticos.
Ya habíamos navegado por las extensas
paredes del Chorro, habíamos sentido el sudor frío de la inseguridad en el
Cerro de Cristo, tanto en la "Rayito de Luna", como en la
"Aparcamiento indebido", vías de escalada clásica con alguna que otra
"chapa de cocacola" (que dudo pasaran hoy día la prueba del
dinamómetro, tan de moda en todo curso de prestigio), habíamos pasado jornadas
interminables pedaleando en los "Tres techos", habíamos disfrutado vías
míticas como "Espolón Massai", o "Zepellin", se podía decir
que estábamos familiarizados con el ambiente aéreo…
Entonces alguien nos comentó la existencia de la vía "Escorpión" más de 300 m en mitad de las Frontales, en aquel entonces nos dijeron que era V+ y A 2+ (actualmente está de V+ A1, al no haberla repetido desconozco si tiene metido más anclajes o si la ha recotado algún máquina de los pedales), era una vía comprometida que requería un vivac en medio de la pared (en una repisa herbosa e inclinada, demasiado para una noche cómoda).
Así, los tres, ávidos de aventura, de paredes interminables y de noches estrelladas decidimos embarcarnos en aquella singladura. Recuerdo que después de haber comentado lo que íbamos a necesitar, y después de haber pedido algo de material prestado, nos fuimos para allá con unas previsiones de horario bastante más que optimistas (éramos jóvenes y el mundo estaba a nuestros pies), y saliendo de Sevilla temprano (pero no lo suficiente) nos metimos en el primer largo de la Escorpión, un largo mixto entre clásica fácil (con chapas de "cocacola") con algún que otro paso en artificial, recuerdo que empalmamos los dos primeros largos y nos la prometíamos muy felices; pero la pared, inexorable juez, no tardó en ponernos en nuestro sitio saliendo del primer gran desplome, donde ya el artificial exige mayor destreza y no es tan sólo pedalear entre una chapa y otra; en aquel largo se fueron algunas horas en las que Patricio se peleó como un león con los cacharros (los friends escaseaban por la economía paupérrima, y nos las teníamos que ver casi a base de fisureros, excéntricos y algún que otro pata de cabra-Tricams); mientras Ignacio y yo sufríamos lo indecible colgados en el vacío de los arneses sin haber previsto un columpio o algo que nos permitiera descargar el peso de las cinchas del arnés; eso unido a subestimar las altas temperaturas que podían hacer en esa pared a finales de mayo y andar cortos de agua, nos hizo tomar las sabia decisión de bajarnos.
Con las orejas gachas, tristes, pero no derrotados; decidimos volver mejor preparados, con una estimación más real de las dificultades, ¡¡buenos éramos para rendirnos y entregar la cuchara!!; "¿rendirme, yo?", es esa etapa en la que muchas veces el ego supera a la razón y la testosterona se impone por encima de todo,… de todo menos del compañerismo que se forja en fines de semana y fines de semana seguidos escalando, cocinando y vagabundeando por las escuelas de escalada siempre los mismos, siempre las mismas caras, cuando aún el término "compañero de cordada" tenía un sentido mucho más amplio que el mero hecho de escalar una vía con alguien.
Aquello empezó muy bien, íbamos rápido, habíamos aprendido la lección, y además ya conocíamos los primeros largos y fuimos abriendo cada uno el largo que había abierto hacía algunas semanas así que nos fuimos animando y estábamos viviendo la escalada. Cómo cada uno habíamos hecho. Pronto llegamos al nicho desde donde nos habíamos bajado en el anterior intento; nicho es ser generoso con aquella oquedad en la que muy apretujados, encorvados y con las piernas colgando cabían apenas dos personas (en la foto Ignacio-detrás y Patricio). Ahí empezaban a complicarse las cosas; ahí se adivinaba en una travesía ascendente de izquierda a derecha un largo peleón poco evidente y de dudoso aseguramiento, para los expertos en artifo aquello no sería A2+, pero para un trío que lo más duro en artificial que habíamos hecho era A1 (o A1+ si acaso) aquello era una barrera psicológica que pondría a prueba nuestros nervios,…y la paciencia del asegurador,… al cabo de pocos metros de travesía para mayor desesperación mía y de Ignacio dejábamos de ver a Patricio:
-Patriiiiiiiiii,….¿cómo va eso?
-Silencio…
-Patriiiiiiiiiiiiiiii
De vez en cuando se escuchaba
algún resoplido, algún juramento, algún reniego, un pequeño tironcillo de la
cuerda…
-Vale, vale esto va bien…
No sé cuánto tiempo tardó Patricio en negociar el largo más duro de la vía, pero fue bastante más de una hora, suerte que aún teníamos margen por haber empezado muy, muy temprano.
Recuerdo que montó la reunión debajo de un gran bloque que no inspiraba mucha confianza, recuerdo que según la idea que teníamos y el croquis que teníamos el largo era más fácil que lo que ya habíamos hecho (Patri era un máquina y por eso lo dejé abrir el largo más duro, jajaja), aún así la conciencia de macho alfa tendía a desaparecer y un duro diálogo interno se estableció en mi interior:
-macho
alfa: Échale huevos y abre el largo; si no, de qué sirve tanta literatura,
tanto entrenamiento y tanta camiseta de tirantas…
-macho
gallina: bufff dile a Ignacio que abra que estás muy cansado,… ¿y por qué no a
Patri?, no, él se ha currado el largo anterior y se merece un descanso,…¡¡¡joder
que mala pinta tiene ese bloque!!!…
-macho
alfa: maricona!! dale parriba!!!
Al
final se impuso el macho alfa,…¡¡¡la de malas pasadas que nos juega a veces la
conciencia alfa!!!, la de líos que nos evitaríamos si escucháramos más a menudo
la conciencia gallina.
El caso es que poco a poco fui ganando metros, daba cierta tranquilidad
saberme por encima del bloque tenebroso, pero me asaltaban las dudas, según el
croquis en algunos metros más debería encontrarme un péndulo, ¿me lo saltaría y
nos embarcaríamos?, esperaba que fuese un anclaje "a jierro", no es
muy saludable ponerse a correr de un lado a otro de la pared con la cuerda
haciendo el péndulo de un anclaje dudoso…¿dudoso?, ¿un anclaje dudoso?, jamás
imaginé la decepción, el miedo, la frustración, las ganas de cerrar los ojos y
no estar allí,… la recurrente pregunta de siempre "¿porqué no me dedicaré
a la petanca?" me asaltó una vez más,…resulta que el punto del que tenía
que hacer el péndulo era un plomo, ¡¡un puto plomo!! de la fecha de la apertura
de la vía; un anclaje dudoso era un seguro de vida al lado de aquello, ¿correr
de un lado a otro de la pared? no estaba tan loco ni tan ávido de emociones
fuertes…así que en vez de correr me limité a balancearme muy suavemente de un
lado a otro, sin perder ojo al puto plomo; el tiempo se detuvo, podía escuchar
mi corazón, lo sentía latir en la boca, el miedo atenazaba mi garganta,…sin
embargo ¡¡aguantó!!, el péndulo hasta una posición segura resultó no ser
demasiado grande, metí un par de seguros, me relajé y seguí exultante hacia
arriba hacia un nicho donde me puse a
montar reunión, después de todo íbamos en horario, nos quedaba un largo hasta
la repisa del vivac y aún quedaba luz
Normalmente monté la reunión de dos o tres puntos, pero aquella vez no me dio mucha confianza y la monté de cuatro puntos. Patricio e Ignacio se disponían a "jumear" hasta la reunión, uno de ellos recogiendo el material y el otro sería descolgado por el otro hasta la vertical y desde ahí iría "jumeando" hasta la reunión. Ya estaban colgados los dos a unos 150 metros del suelo en el completo vacío,…de repente algo se movió en la reunión, se desprendió un enorme bloque, al estar ecualizada la reunión se reajustó y en principio el susto pasó, al mirar hacia abajo para ver cómo estaban mis compañeros el miedo volvió a asaltarme, no creía lo que mis ojos veían; lo había leído muchas veces, y siempre pensaba "bah!! cuentos para asustar a la peña, esas cosa son pasan", pero sí pasan, ¡¡vaya que sí pasan!!! el bloque había impactado en su caída justo en una de las cuerdas cortando la camisa y algunas hebras, y uno de mis compañeros colgaba en el vacío suspendido de esa cuerda rota, chillé, chille, grité hasta que no pude más, hasta que conseguí explicarles que aquel que fuera subiendo por la cuerda morada se cambiara de cuerda y subieran los dos jumeando por la misma. Es algo que en todos los cursos de espeleo y de rescate desaconsejan (me pregunto qué harían esos monitores en un caso así), metro a metro poco a poco y todo lo suave que se puede subir jumeando Patricio e Ignacio fueron ganando terreno hasta que volvimos a juntarnos en la reunión. Los nervios se calmaron y aquellos dos cuyo pellejo había peligrado no habían sido conscientes del trance hasta que vieron la cuerda rota.
Ignacio
hizo el tramo que faltaba hasta el vivac, sin sorpresas, fuimos
tranquilizándonos hasta terminar con éxito y aún de día la primera jornada.
La
noche no fue excesivamente cómoda, hacía calor y metidos en el saco con el
arnés puesto y anclados a la pared, y constantemente teniéndonos que recolocar
porque nos resbalábamos para abajo; pero a fin de cuentas no era la peor noche
que habíamos pasado juntos en montaña, los tres ya éramos expertos en tragarnos
vivacs, si no en roca, si en laderas nevadas, y en medio de ventiscas en Sierra
Nevada. Aquella noche nació uno de las leyendas urbanas que rondaban por el
grupo de escaladores que entrenaban en el puente Triana; algún bichillo picó a
Patricio de forma que le hizo un bulto considerable, dado que él no se dio
cuenta de la picadura pensábamos que había sido una arañilla, o algún otro
insecto que había originado una fuerte reacción; pero como estábamos haciendo
la vía "Escorpión", la peña por asociación de ideas fue diciendo que
en aquella vía le había picado un Escorpión a Patricio, aún hoy día hay quien
me refiere lo del escorpión que le picó a Patricio…
Al día siguiente, temprano también, empezamos a escalar y fuimos devorando un largo tras otro, sin anécdotas que reseñar salvo dos. ¡¡¡Otro maldito plomo!!!, esta vez no hubo que hacer ningún péndulo tan sólo colgarse de él para seguir progresando, también me tocó a mí, pero esta vez no me causó mucho susto; fue al recuperar el material, este largo creo que le tocó a Ignacio cuando saltó aquel plomo que llevaba ahí unos cuántos años, aunque fuese de segundo, al saltar el plomo y con la dinamicidad de la cuerda Ignacio si se llevó un buen sobresalto, más por lo inesperado que por lo comprometido de la situación. Ya con el penúltimo largo terminado, nos quedaba una travesía de IV, estábamos los tres apiñados en una minúsculo repisa, y todo el mazo de cuerda en un pequeño resalte uno o dos metros debajo de nosotros,…como estábamos más apretados que sardinas en lata, un pequeño movimiento de uno de nosotros (o sea de todos, porque no había forma de moverse uno sin mover a los demás) desencadenó una caída de piedras por debajo nuestra con tan mala fortuna que impactaron en las cuerdas. Recogimos cuerda para revisarlas,…¡¡no es posible!! ¡¡dos veces el mismo fín de semana, nooooooooo!!!!; la cuerda que estaba sana había resultado casi seccionada por otra piedra, y este daño se había producido más o menos en la mitad de la cuerda,…¡¡y eso que era algo que sólo pasaba en los libros!!...
Terminamos
el largo, y descendimos andando por la espalda de la montaña; ya abajo entre
risas, cervezas y abrazos empezamos a hablar del próximo viaje que teníamos
previsto; de las vías que íbamos a hacer en Alpes,…en aquel trágico y aciago verano
de 1997.Al día siguiente, temprano también, empezamos a escalar y fuimos devorando un largo tras otro, sin anécdotas que reseñar salvo dos. ¡¡¡Otro maldito plomo!!!, esta vez no hubo que hacer ningún péndulo tan sólo colgarse de él para seguir progresando, también me tocó a mí, pero esta vez no me causó mucho susto; fue al recuperar el material, este largo creo que le tocó a Ignacio cuando saltó aquel plomo que llevaba ahí unos cuántos años, aunque fuese de segundo, al saltar el plomo y con la dinamicidad de la cuerda Ignacio si se llevó un buen sobresalto, más por lo inesperado que por lo comprometido de la situación. Ya con el penúltimo largo terminado, nos quedaba una travesía de IV, estábamos los tres apiñados en una minúsculo repisa, y todo el mazo de cuerda en un pequeño resalte uno o dos metros debajo de nosotros,…como estábamos más apretados que sardinas en lata, un pequeño movimiento de uno de nosotros (o sea de todos, porque no había forma de moverse uno sin mover a los demás) desencadenó una caída de piedras por debajo nuestra con tan mala fortuna que impactaron en las cuerdas. Recogimos cuerda para revisarlas,…¡¡no es posible!! ¡¡dos veces el mismo fín de semana, nooooooooo!!!!; la cuerda que estaba sana había resultado casi seccionada por otra piedra, y este daño se había producido más o menos en la mitad de la cuerda,…¡¡y eso que era algo que sólo pasaba en los libros!!...
In memoriam: Patricio, Ignacio,
Rafa Y Fede