A día de hoy, todos sabemos de lo fácil que es
comercializar y capitalizarlo todo. Con lo que es lógico pensar que ocurra de
igual manera en nuestro ámbito más cercano.
Es usual, en nuestra vida cotidiana y en nuestra tierra, que
surjan conversaciones en torno a la manera en cómo nos acercamos a la montaña y
a la escalada. Forma parte de la ética y de los valores de la montaña, estos
casi obligados debates a pie de pared. Aunque mucha gente a veces ni se lo plantea. Más si son las nuevas generaciones.
Son muchos los que se acercan a la montaña, por cuestiones
existenciales. Allí encuentra su razón de ser, la libertad, el descanso
necesario, o un lugar donde crecer anímicamente, o donde simplemente ser
felices. Otros se acercan por cuestiones de superación personal de diversos fines
y aspiraciones, y otros buscando un sustento basado en el comercio turístico.
Lo que es innegable es que el paso del hombre deja una
huella.
Existe una tendencia habitual que consiste en dejar tu marca,
buscando un anhelo de infinitud de nuestra acción: a algunos les da por
escribir su nombre en una pared (que detestamos a veces encontrar), otros dejan
banderines de naciones, provincias, grupos o clubes en picos, es usual
encontrar buzones en cumbres con papeles escritos, que decir de las cruces cristianas que cumplen
el perfecto papel de pararrayos, otros construyen verdaderas torres de hitos de
piedra en picos (que nos guían), en ciertas culturas las banderas de plegarias lanzan
al viento oraciones cambiando el color monótono del paisaje (motivo existencial
y religioso), y otros simplemente aspiran a romper una marca anterior superándola,
y dejar su nombre inmortalizado en los libros de la historia.
Lo cierto es que en el debate que se establece entre
HOMBRE-NATURALEZA, da para grandes argumentaciones filosóficas. Y es en esta
forma del porqué, de la búsqueda de la razón, en la que parece que de un mismo
camino, surgen dos líneas divergentes en torno al sentimiento montañero, que da
para escribir tanto.
Montaña como vivencia existencial versus Montaña como
sustento.
No es lejano a nadie, ser conscientes de cómo se ha generado
un gran negocio en torno a la forma de cómo salimos a la montaña.
Desde las grandes gestas del siglo XIX, de las sociedades geográficas
en su afán de cartografiar y descubrir el mundo, se ha evolucionado a una actividad
empresarial y de cadena productiva. Que necesita de la publicidad para sostenerse
a sí misma.
Son muchos humanos, los que han comenzado su camino en la
montaña, se han profesionalizado y llegan a límites que a veces se entienden
como inhumanos. Y esa sensación de admiración del ser único, casi un Dios que
ha roto una barrera, también se comercializa.
Estamos en un año, donde se han batido marcas de historia (o
al menos a día de hoy, quizás dentro de unos meses o años ya no lo sean): subidas en crono-escalada al Everest en días casi consecutivos, propuesta de 9c
en escalada, la búsqueda de cumbres invernales, los solos integrales del Gran Capitán, etc.
Hitos que conllevan el patrocinio de marcas y empresas del sector.
Detrás de grandes hazañas, existen empresas que se afanan en fichajes
profesionales de estas personas que a cambio de ofrecer una vida concentrada y
centrada en la auto-superación extrema, buscan la publicidad en medios de comunicación
para hacernos sentir, que todos formamos parte de ese mundo, y en definitiva vendernos sus productos. Forma parte del puro márquetin empresarial.
Ocurre en muchos deportes. Jóvenes talentos, que al final
son absorbidos por la maquinaria de la comercialización, y rechazados cuando
son improductivos o se lesionan.
Pero toda esta maquinaria tiene otra cara, y es la huella
medio ambiental que generamos.
También es el año del colapso de la montaña debido al cambio global: la sequía, los
incendios, la desertización, la erosión, la perdida de especies vivas, la escasez
de nevadas, el deshielo, el retroceso glaciar, la perdida de permafrost, la
contaminación, la gran afluencia y masificación, están haciendo sucumbir la
montaña tal y como la conocemos. El temido cambio climático.
Es un verano de noticias de grandes derrumbes antes no
vistos (la avalancha del cantón suizo de los Grisones, el derrumbe en el Piz
Cengalo…), en definitiva, la montaña se torna inestable. Al igual que la
naturaleza en otros lugares del mundo y nos lo revela.
El año 2002 fue el año de las montañas, han pasado 15 años,
y el intento de hacernos reflexionar acerca de las montañas y su delicado equilibrio
natural no ha servido de mucho. Poco se ha aprendido y evolucionado.
Parece que estamos más centrados en la admiración por la superación
de la marca. Incluso de llevar a mucha gente a ese ocio extremo, para sacarlos
de la cotidianeidad social. Enfocados en que cada vez, más empresas
negocien con el turismo extremo. Un nuevo tejido empresarial donde todo vale, y
se cuida poco a la naturaleza y está tan falto de respeto por el medio donde se
desarrolla.
Y es de agradecer, en todo este entramado, que algunas de
estas grandes figuras dejen huella de otras formas, en este caso la huella se
torna luz y sombra social:
Y aunque menos conocidos y mediáticos existe una legión de personas anónimas, que luchan por la defensa de la actividad montañera para que sea SOSTENIBLE. Es necesario que pensemos acerca de estas cuestiones. Y que mejoremos nuestros hábitos a la hora de acercarnos al monte: